11 de agosto de 2014

Cuando Xesca se llamaba Paquita

Publicado en el periodico digital "Dialogo Libre"

Me gusta el comercio en cercanía y siempre que puedo huyo de las grandes superficies y por ello suelo comprar en las paradas de los mercados o en los comercios de mi barrio de modo que en algunos conozco y tengo una buena relación con las personas que trabajan en ellos.

Pues bien al entrar en una tienda de la que soy cliente desde hace años, me encuentro con que el responsable llama Xesca a una dependienta cuando desde hace años, para mí y para todos, incluido su jefe y su familia, era Paquita. Discretamente le pregunto el porqué de Xesca en lugar de Paquita y me dice simplemente que se llama así... Como sí la Paquita no hubiese existido nunca, como si hubiese borrado el nombre por el que la llamaban desde que nació...

Poco tiempo después, en un encuentro casual en la calle, me dijo que el grupo de teatro aficionado en que actúa la había elegido como presidenta del mismo y que entonces se cambió a Xesca porque le gustaba más.

Ah! He ahí una buena razón para el cambio de nombre: parece que tener un nombre, un diminutivo o un apodo castellano, como dependienta vale, pero cuando se es “alguien” o se representa a una entidad o asociación, no queda bien pedir una subvención con un nombre castellano, es mejor llamarse Xesca que Paquita y no correr el riesgo de que la subvención anual que concede el ayuntamiento al grupo de teatro disminuya o desaparezca.

Toda persona tiene el derecho a cambiar de opinión, y de nombre, cuando lo considere conveniente, pero que sociedad tan enferma es aquella en que hay personas hechas y derechas que sienten tal presión que catalanizan su nombre, su apodo o su diminutivo para que sea “socialmente correcto”.
Por cierto que Paquita (ahora Xesca) tiene “16 apellidos catalanes”  está casada con un hombre también catalán por los cuatro costados, ambos de familias tradicionales “de toda la vida” bien conocidas en la población y que por tanto ni siquiera llamándola Paquita se corría el riesgo de dudar de su origen genuinamente catalán, pero son cosas que pasan en esta Cataluña de hoy en día.

Una lástima que Paquita no siga siendo Paquita, que pena que ahora se haga llamar Xesca, porque al fin y al cabo podemos cambiar de nombre, pero somos quienes somos nos llamemos como nos llamemos y quien renuncia a sí mismo se traiciona a sí mismo.


Lo dicho: una lástima